Un recluso de una cárcel de Tatarstán, república rusa a orillas del Volga, entrenó durante varios meses a un gato para que le sirviese de “camello” e introdujese droga en la penitenciaría.
Llegado el momento, sus “amigos” de fuera de la cárcel hicieron pasar hambre durante varios días al pobre animal y lo soltaron cerca de la prisión con 15 gramos de heroína oculta en su collar. La idea del preso era que el animal, muerto de hambre, regresara con él para ser alimentado.
Su gozo en un pozo: la dirección de la prisión fue informada de la estratagema del preso y encargó la captura del gato “camello” a un perro adiestrado para la detección de narcóticos. Lamentablemente para el famélico gato, su captor no tuvo miramientos y acabó con su vida durante la detención.
Ahora quieren abrir una nueva causa contra el preso y sus compinches por tráfico de drogas y maltrato animal.
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