A todos nos ha sonado el móvil en el momento y en el sitio menos oportuno: en la parte más interesante de una película, cuando se está produciendo el desenlace de una obra teatral, en pleno discurso del presidente de la asociación o en la consulta de un radiólogo. Lo normal en estos casos es sufrir una mirada severa y algún que otro reproche; nada comparado con lo que le ocurrió a William Brevin.
Este ciudadano norteamericano asistía a un juicio en Kentucky. El juez de la sala, Dennis Foust, es conocido en el mundillo judicial por tener una auténtica fobia a los politonos de los teléfonos móviles durante la celebración de los juicios que preside. Incluso se afirma que anteriormente, confiscaba todos los terminales antes de iniciar sus vistas, aunque tuvo que desistir de esta costumbre al no resultar del todo efectiva.
En esta ocasión, apenas entrado en la sala advirtió de que a quien le sonase el móvil iría derecho a la cárcel. Al parecer, William Brevin no le escuchó (o creyó que era un farol) y no apagó su teléfono. Apenas pasado un minuto, oyó con terror como alguien le llamaba y como el juez Foust cumplía con su palabra: 72 horas entre rejas.
Esperemos que en esos tres días le de tiempo a aprender dos cosas: en cómo apagar el teléfono móvil en menos de un segundo... y que con los jueces no se juega
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